Las tortugas marinas son animales con un ciclo de vida complejo, caracterizado por explotar distintos hábitats de alimentación a lo largo de su desarrollo. Estas especies realizan extensas migraciones entre las áreas de alimentación y las playas de puesta, haciendo habilidad de una increíble capacidad de orientación.


Tortuga boba regresando al mar tras realizar el nido
Tras su nacimiento, las crías de tortuga marina se adentran en el mar y comienzan una fase oceánica donde diversos estudios han demostrado que sus movimientos están ligados principalmente a las corrientes oceánicas. Durante esta fase, los juveniles con una alimentación pelágica se dispersan desde sus poblaciones de origen, pudiendo realizar migraciones transoceánicas.

Una vez que los individuos están próximos a alcanzar la madurez sexual, retornan a sus poblaciones de origen bajo un comportamiento conocido como "natal homing" (Bowen et al. 2004). Durante la época de reproducción, machos y hembras se aproximarán a las playas de puesta donde nacieron bajo un comportamiento conocido como filopatria. Este comportamiento filopátrico se traduce en diferencias genéticas entre las poblaciones nidificantes, aunque los machos al copular con hembras de distintas poblaciones pueden generar un flujo génico (para una revisión ver Bowen and Karl 2007).



Los estudios moleculares han sido una herramienta clave a la hora de definir la estructura poblacional y conectividad entre las zonas de alimentación y las poblaciones nidificantes, que son parte esencial para la elaboración de planes de manejo y conservación eficientes (Bowen and Karl 2007; Lee 2008). De las siete especies de tortugas marinas que existen en la actualidad, seis han sido descritas en aguas de la Macaronesia: la tortuga común o boba (Caretta caretta), tortuga verde (Chelonia mydas), tortuga carey (Eretmochelys imbricata), tortuga laúd (Dermochelys coriacea), tortuga lora (Lepidochelys kempii), y tortuga olivácea (Lepidochelys olivacea).

Volver